lunes, 4 de mayo de 2009

AHI VIENE LA PLAGA

DENGUE + FIEBRE PORCINA

Ahí viene la plaga


El pedido de España era claro y conciso, redactar un informe sobre el brote de dengue en la Argentina. Pero resulta curioso que en el preciso momento de comenzar a escribirlo, estallen las radios, los noticieros de tv y todos los informativos habidos y por haber vociferando enajenados el azote de una plaga que se anuncia mucho peor: “El dengue ha muerto. ¡Viva la gripe porcina!”. En los próximos días el apocalipsis ya no vendrá en forma de Aedes aegypti (tal es el nombre artístico del mosquito portador del dengue) sino de cerdo engripado. Pero bueno, mejor vayamos por partes, o mejor dicho, por pestes.


Pican pican los mosquitos

Antes de que el chancho no nos deje ver el mosco, hagamos un breve repaso de los acontecimientos: El dengue no es ninguna novedad en la Argentina. El calentamiento global ha provocado cambios significativos en el clima, y nuestros amigos chupasangre llegan cada vez más lejos, y se quedan por más tiempo. Y una especie de estos mosquitos, los Aedes antes mencionados, son los que traen consigo el dengue. Pero en 2009 la epidemia fue más allá de lo habitual y los casos se multiplicaron. Juan Carlos Bossio, director de Epidemología del Ministerio de Salud de la Nación, reconoció que el país se enfrentaba a un brote epidémico sin precedentes: “En la Argentina, la mayor notificación de casos de dengue autóctono llegó a 1500 casos, y hoy nosotros estamos superando los 5500”, declaró a principios de abril. Terminando el mes se puede afirmar que esa cifra se ha, como mínimo, triplicado. Como suele suceder en la Argentina, la crisis no provoca unión sino más enfrentamientos: y al igual que en 2008 con el conflicto del campo, Gobierno y oposición se encontraron con otra inmejorable oportunidad de calzarse los guantes. Los principales medios de comunicación se encargaron de resaltar que cada picadura de mosquito era responsabilidad exclusiva de los Kirchner, y el Gobierno se preocupó más en quitarle gravedad al asunto, que en admitir responsabilidades y encontrar una solución real al tema. Una vez más corrió la sangre. ¿Los mosquitos? Agradecidos, por supuesto. Es tan cierta la responsabilidad de los gobernantes como el facilismo pasmoso que se necesita para echar toda culpa sobre ellos. Desde hace más de 10 años, numerosos informes advertían el crecimiento alarmante del dengue y las probabilidades de que algo como esto sucediera. Y tampoco se puede desconocer el más que probable efecto y consecuencia que tiene sobre esta epidemia la sojización. Muchas de las zonas donde el Aedes ha pululuado con mayor éxito son dominadas por la afamada soja. Si se remarca que los venenos para fumigar esos cultivos matan peces y anfibios, y que estos resultan ser los principales predadores de los mosquitos… No hay que ser muy iluminado para sacar conclusiones al respecto. Pero prácticamente ningún medio se ocupó de informar sobre este tema. El combate electoral se colocó por encima del combate contra la plaga. La información que brinda el gobierno sobre los casos de dengue en el país no se condice con los números que manejan entidades como Médicos del Mundo, organización que multiplica por tres las cifras oficiales. Admitir la real gravedad del asunto ahuyentaría el turismo, y bajaría la imagen del gobierno en el exterior, sin hablar de la caída que podría provocar en las encuestas. ¿Importa más un voto que una vida? Como contrapartida, los principales medios desinforman la realidad, reinventando un escenario mucho más caótico que el verdadero y generando un estadío de terror generalizado. Después de ver algunos noticieros da miedo asomarse a la ventana por temor a que un mosquito gigante (probablemente con la cara de Néstor o Kristina) abra sus fauces para devorarnos. Imágenes apocalípticas, dantescas, que hoy, a caballo de un chancho parecen convertirse en realidad.

Jamón Jamón
Como si un cerdo se sentara encima de un mosquito, así llega la avalancha de información sobre la gripe porcina que deja al dengue reducido al tamaño de una pulga famélica. Si bien de momento se la focaliza sobre México, bastaron horas para que se hable de cientos de muertos, miles y miles de infectados, clases suspendidas, estadios cerrados, aeropuertos de todo el mundo en alerta, y siguen las firmas. Si hablamos de pestes, esta parece ser cosa seria. Recuerdo una novela de Stephen King que leí en mi adolescencia. En aquella historia, un virus se escapaba de un laboratorio del gobierno, y bastaban un par de semanas para que el 90 % de la población mundial sucumbiera a lo que, en un principio, parecía una simple gripe. El título del libro lo dice todo: Apocalipsis. ¿La realidad copia a la ficción, una vez más? Por lo pronto, no está confirmado que el virus haya llegado a la Argentina aún. Pero ya se conoce el caso de un argentino que falleció por gripe porcina en México. Hasta el momento se desconoce tanto el virus mutante que provocó la aparición de esta enfermedad, como una vacuna contra la misma. ¿La buena noticia? No se contagia comiendo cerdo (sobre todo si está bien cocido). La mala resulta ser malísima: se contagia por el aire. En México la gente no sale sin su barbijo a la calle y ya se habla de más de 40 casos de gripe porcina confirmados en los EEUU y de por lo menos una en la mismísima España (aunque es probable que se confirmen varios casos más). La OMS (Organización Mundial de la Salud) notificó que subió de 3 a 4 su nivel de alerta epidemológico (sobre un máximo de 6), lo que significa que ha aumentado sustancialmente el riesgo de pandemia*. De momento, hay 44 millones de alumnos sin clases, y en tierras aztecas la gente vive encerrada y si quiere rezar por una solución tendrá que hacerlo en su casa, porque las misas también fueron suspendidas. Las iglesias cerradas… ¿son señal de que es el tiempo de las 7 plagas del apocalipsis? Dengue, hantavirus, gripe aviar, gripe porcina… ¿Acaso los animales decidieron tomar venganza contra el hombre? ¿O es la tierra la que quiere eliminar al verdadero virus que la está aniquilando? Quizá sea este un cierre demasiado místico, o huela en exceso a ecología barata, pero sin dudas vivimos tiempos difíciles. Hoy la vida y la muerte, están cortadas por el filo de un simple mosquito. ¡Porca miseria!

domingo, 3 de mayo de 2009

UN TREN

Un tren



Túneles que tragan y vomitan. Los andenes se repiten vacíos.
El tren se detiene. El hombre con sueño sube al vagón que le toca en suerte. Se reanuda la marcha y el hombre casi pierde el equilibrio. Su viaje sin escalas al suelo se interrumpe por un caño salvador. Allí está todo un poco oscuro pero el hombre alcanza a ver el contenido que le brinda su vagón. Hay asientos vacíos, aunque mejor no apresurarse, lo espera un largo viaje y no es cuestión de elegir muy a la ligera. Están muertos, piensa divertido al ver la profundidad con la que todos duermen. Termina decidiéndose por un sitio al lado de un obeso, que promete ser un excelente almohadón. Se acomoda y luego de unos segundos comprueba, feliz, que su elección no pudo ser mejor, su grueso compañero, además de mullido, es un muro de silencio, nada de molestos ronquidos. Cierra bien alto su abrigo buscando evitar viejos pecados, días atrás pescó un molesto resfrío por culpa del viento helado que se inmiscuye por las ventanillas rotas. Se acomoda despacio y con cuidado sobre la gentil anatomía del obeso. Y se dispone, ahora sí, a dormir un largo sueño.
¿Son campanas? Esas son campanas, sí. No, no, si ya no se utilizan. No son campanas.
¿Entonces qué son? Porque sonar suenan. Sí, deben ser campanas. Aunque… ¡No puede ser! El problema no son las campanas, las ovejas o los mil demonios. El problema es que ahora, cuando tiene que venir, el sueño no viene. ¿Lo habría dejado en la estación? O tal vez en el trabajo, sobre el escritorio, junto al periódico. ¡El periódico, qué estúpido descuido! Lo bien que le vendría ahora algún artículo soporífero de esos tan habituales. En cuestión de segundos podría acompañar al gordo y a todos los demás en sus férreos dormitares… Ese sonido, ese sonido… Es una hoja, un libro, la hoja, ¡la hoja de un libro! ¡Eso! Pero de dónde… allí, allí está. Casi al fondo del vagón, y sentado en forma muy cómoda y relajada, alguien lee. Desde esa distancia le cuesta observar quien es el misterioso lector, y más aún, definir su tipo de lectura. Sólo la caída inconfundible de las hojas le da certeza. Allí hay alguien cultivando ese acto sagrado, sí, señor. Así que por qué no…
Un andén desierto pasa fugaz.. El hombre sin sueño llega al fondo del vagón. Y que lo maten si no tenía razón. Allí sentado, hay un pequeño hombre con una enorme bufanda roja tapándole casi todo el rostro, sólo sus ojos escapan de su abrigo y viajan en un libro gris. Con la estrategia y cálculo de un experto, sus pasos distraídos van a parar al asiento contiguo al lector. Al sentir el contacto, suave pero contacto al fin, el lector se mueve algo inquieto. Sin quitar la vista del libro, se desplaza unos centímetros hacia el otro costado, donde dormita profundamente un hombre calvo. El hombre sin sueño no va a abandonar ahora que se encuentra tan cerca de su objetivo. Estira un poco su cuello y afinando la vista consigue leer un par de líneas del libro gris. Cúbreme de sueños si tienes la vida detrás de tus muertos. ¿Qué porquería es esa? ¿Poesía? Poesía barata. Genial, no hará falta mucho esfuerzo para dormirse. El lector de la bufanda roja vuelve a incomodarse con la presencia cercana del hombre sin sueño. Al menos, sus carraspeos constantes y gestos de fastidio así lo dan a entender. Mueve su cuerpo, alejándolo un poco más aún, y acomoda su bufanda como un escudo en derredor del libro gris.
¿Pero qué se cree este hombrecito? ¿Qué significa esta absoluta falta de solidaridad? Ya podría meterse su asqueroso libro allí donde… No, no se saldrá con la suya. Años de miradas distraídas, de vistazos fugaces, había tenido periódicos más esquivos y libros mucho más ágiles. El hombre sin sueño vuelve a estirar su cuello, una jirafa en puntas de pie no daría mejor aspecto. Sumando una leve pero significativa inclinación de cabeza, logra su objetivo. Página 48, siembran desdicha en la nada. Crecen sin ver, lúgubre es tu mirada si está cubierta de espinas. Ver el otro lado de… No, no otra vez. La bufanda roja gira sobre el libro gris cual boa con apetito voraz. Así, ni el mismo hombrecito podrá leer su estúpido libro. El hombre sin sueño no se considera una persona violenta. Claro que si se meten con él… Qué significa este mercantilismo del arte. Esta apropiación de letras, ¿no es acaso otro asqueroso culto a la propiedad privada disfrazado en forma de libro cruel? Quiere compartir su indignación con el mundo entero, pero allí son todos tan egoístas que ni una mísera gota de sueño dejan caer en su sombrero. Casi como sin darse cuenta, el hombre sin sueño incrusta su codo sobre las magras costillas del hombrecito gris. Este se estremece, mas sigue sin desatar la boa roja que atesora su libro. El codo vuelve a caer con el doble de fuerzas y entonces sí, el hombrecito emite un pequeño gemido. Qué otra cosa sino pequeña podía ser cualquier cosa que saliera de ese insignificante y diminuto ser. Al hombre sin sueño le divierte esa imagen y repite en forma violenta el atractivo andar de su codo a las costillas del enano. Será mejor que ese libro se abra pronto porque sino… El hombrecito lo mira a los ojos por primera vez. No es feo, pero dista mucho de ser mínimamente bello. Sí tiene algo que lo resalta. Unos enormes y desproporcionados ojos negros, que parecen devorar al hombre sin sueño. Incluso él mismo puede ver su imagen reflejada en ese inmenso iris espejado. A nadie confesaría jamás el ingobernable terror que lo invade en ese momento. Incluso llega a plantearse un pedido de disculpas sobre la anatomía de aquel avaricioso enano. Cual es su sorpresa cuando éste, sin mediar tiempo ni distancias, toma el libro gris y se lo ofrece con amabilidad. El hombre sin sueño no cabe en sí mismo. El libro entre sus manos, el sueño susurrándole al oído, está lleno de dicha. ¿Tan equivocado puede estar un ser humano? No hay ningún enano allí, claro que no. Sólo un gigante majestuoso en su generosidad. Diría que casi un rey, Y aunque esos ojos siguieran pareciéndole algo siniestros, no podía haber maldad en un ser tan puro. Ahora, no contento con haberle ofrecido su lectura, le ofrendaba también su preciosa bufanda roja. Ardua habría sido la labor de su madre para tejer tal abrigada y perfecta prenda. Y se la cedía sin más. ¡Despiértense dormilones, despierten y vean a un hombre de verdad! Porque a no dudarlo, aquí tenemos a… El hombre sin sueño descubre algo en el rostro del hombrecito que hasta allí le había sido inescrutable. Está sonriendo. Y es una sonrisa sin gracia. Siente las manos pequeñas aferrando la espesa bufanda. Siente como el colorado y tenso abrigo rodea más y más su cuello. Grita, sí, pero es un grito ahogado. Nunca mejor dicho. Recuerda sus codos e intenta buscar las costillas del hombrecillo una vez más. Advierte que, con la bufanda roja ciñéndose a su cuello, sus codazos no provocaban el mismo efecto. No provocan efecto alguno. ¡Oigan, ey, despierten, no ven lo que me está haciendo!
No se puede decir que el hombre sin sueño no haga nada por librarse. Patalea, golpea columnas y ventanas, incluso se arrastra por el sucio suelo del vagón. Pero a medida que el aire abandona sus pulmones, algo reconfortante invade cada célula de su cuerpo. ¿Para qué gritar, para qué luchar? El sueño tan anhelado ha llegado para cubrirlo todo.
El hombre con sueño apoya su cabeza en la ventana. Muy cerca suyo descansa el hombre calvo. Más allá, en la otra punta del vagón, aquel entrañable y silencioso obeso. De hecho, el silencio reina en el vagón. Todas las cabezas acompañan el ritmo que profesaba el veloz andar del tren.
El hombrecito vuelve a rodearse con su bufanda. Abre el libro y, con suma calma, continua con la lectura.
Andenes que tragan y vomitan. Los túneles se repiten vacíos.

PALOMA TRAS UN VIDRIO ESMERILADO

PALOMA TRAS UN VIDRIO ESMERILADO



DELICIOSA INSPIRACION







Estuve un año sin que se me ocurriera una historia. Y sabemos que eso es trágico para cualquier escritor. Más si el representante y el editor son impacientes; y los míos lo eran.
Pero hace un par de meses, al recluirme en mi sala de escribir, encontré la inspiración buscada durante tanto tiempo. Me senté cómodamente en mi sillón preferido y bebiendo un sorbo del café repugnante que tanto me gustaba dirigí la mirada al techo por casualidad. Y allí estaba ella. Podía distinguir sus alas desplegadas y adivinaba su cara de sorpresa a través del vidrio esmerilado. Sobre mi techo, en una señal que auguraba quien sabe qué, la paloma yacía muerta. Fue como un violento golpe que sacudió mi cerebro. Entré en estado de shock y de inmediato comencé a escribir. Esa misma noche culminé el relato. Al releerlo me envanecí. Era perfecto, y por más que me esmeré no le encontré ningún error. "Listo para editar" diría González, mi representante, y era verdad. Me acosté con la satisfacción que sentimos los escritores al terminar una obra.
Por la mañana, antes de ver a González, me propuse darle un feliz entierro a mi musa inspiradora. Entré a la sala y, aproximándome al techo, observé sorprendido que mi amiga ya no estaba sola. A unos cincuenta centímetros de su cuerpo la acompañaba otra paloma. La gran mancha oscura que tapaba su cabeza y parte de su cuerpo me hizo suponer que ésta había tenido una caída mucho más violenta. No tuve mucho tiempo para pensar en eso. La inspiración me atacó nuevamente como una ola gigantesca que amenazaba con ahogarme si no escribía pronto. Así que pospuse el entierro y me abalancé sobre mi Remington. A la medianoche terminé de escribir un relato aún mejor que el anterior. Loco de felicidad tomé el teléfono para llamar a González. La ausencia de tono me recordó que hacía seis meses que no lo pagaba. No me importó, al otro día iría personalmente y, al ver mis escritos, es seguro que me adelantaría algún dinero.
Al levantarme terminé convenciéndome de que algo milagroso sucedía en mi techo: una tercera paloma descansaba en él. Me quedé varios minutos paralizado. Cuando reaccioné ya tenía una nueva historia en mi cabeza. González debería esperar, mi Remington estaba aguardándome impaciente.
En los días que siguieron dejé de sorprenderme. Por el contrario, me levantaba cada mañana y esperaba ansioso la caída de las palomas. Con su muerte nacían en mí formidables historias. Aprendí a quererlas y en las noches lloré por aquellas generosas aves que se sacrificaban brindándome inspiración. Todo iba perfecto, hasta que, de a poco, comenzó a atacarme un problema que no había tenido en cuenta, el hambre. Las pocas reservas de comida que habóa en mi despensa se agotaron enseguida y no tenía tiempo ni dinero para salir de compras.
Lo habría soportado, juro que aunque el hambre que sentía era atroz, igual lo habría soportado. Pero un día me desvanecí y no pude seguir escribiendo. Eso me decidió. Coloqué la escalera y con las pocas fuerzas que me quedaban trepé cuidadosamente por el vidrio esmerilado y tomé las dos palomas que me parecían más recientes. Intentar encender la cocina hubiera sido inútil, a esa altura ya ni gas tenía. Así que elegí una y, luego de sacarle las plumas defectuosamente con un cuchillo, me la comí cruda. Las náuseas me invadieron y la vomité de inmediato. Maldiciéndome seguí el mismo proceso con la otra y luego de tragarla tapé fuerte mi boca con ambas manos. Dió resultado, por Dios que dió resultado. Con su digestión renacieron mis fuerzas, ya no sólo alimentaban mi cerebro, también le daban de comer al resto de mi organismo.
En los últimos días aprendí a vencer el asco y empecé a acostumbrarme a su crudo sabor. Incluso las historias mejoraron desde que inicié ese rito. Así que se me ocurrió que la mejor idea surgiría al comerme a la primera. Subí rápido al techo y allí mismo empecé a devorarla. A pesar de su estado putrefacto me supo deliciosa, parecía que, como a los vinos, el paso del tiempo le había dado mejor sabor.
Quizás fue el apuro o las plumas que olvidé quitarle, lo cierto es que al darle el último bocado me atraganté. Los intentos de sacar ese pedazo de mi garganta fueron estériles y caí de boca sobre el techo. Mientras las últimas gotas de aire huían de mis pulmones, pude ver a través del vidrio lo que todas ellas vieron y sentí que algo se transformaba dentro de mí.
Cerré mis ojos y volé. Volé sin saber a dónde ni por qué, perdiendo la noción del tiempo. Hasta que de pronto lo ví. De inmediato reconocí mi destino y me arrojé sobre él.
Y hoy aquí aguardo, estrellado sobre el techo. Pero no me desespero. En algún momento me divisará y entonces quizás, el ansia de saciar su apetito, me brinde la posibilidad de aferrarme por siempre a su garganta.

HUMO

Humo



Luz en las manos. Y humo en los ojos. Todo se hizo blanco. Del otro lado de la mesa el acto reflejo. Blanco disipándose hacia el techo. Entonces de nuevo, bien fuerte, hacia dentro, y hacia fuera. Y el humo que baña sus caras, los vidrios. Una y otra vez. El vacío que se llena. Y se vacía. Él no se queda atrás. Su destreza lo lleva a imaginar figuras. Las viste de blanco y les da segundos de gloriosa vida. Sus pulmones parecen tener aun algo que decir. Lástima que ella sólo tenga ojos para su propia nube. ¿Formas? ¿Qué formas? Las nubes son eso. Nubes. Y punto. Ella sabía que alguna vez este ritual le había traído algún placer. Qué idiota. No podía permitirse eso. Lo importante era llenarse bien, dejarse inundar. Y luego soltar, borrar, huir. Eso sí, era interesante ver como ardía al inspirar. Incluso, cuando lo deseaba, podía ensombrecer cualquier brasa que se pusiera en su camino. Pero cada vez deseaba menos. En cambio, él sí conservaba algo de gusto por el humo disociado. Le gustaba ver su humo al chocar con el de ella. Porque por muy curioso que resultara, sus humos jamás se fundían. Si alguna vez los hubiera visto mezclarse, es seguro que hubiera dejado de exhalarlo. Se lo hubiera tragado, sin más. Y aun así trabajaban en equipo. La batalla los volvía poderosos, construyendo una pared casi infranqueable.
Se quitó los anteojos y los limpió con sumo detalle y algo de fastidio, el humo también tenía sus consecuencias molestas. De súbito una tos. La estúpida había vuelto a atragantarse. Ni eso podía hacer bien ya. El mágico hechizo a punto de hacerse añicos por tanta necedad. Pero enseguida un carraspeo tranquilizante y una nueva bocanada de dimensiones inverosímiles. Le costaba admitirlo, mas envidiaba su capacidad irresoluta para... no morirse. Lo había tomado con la guardia baja y con asco se descubrió envuelto en su humo. Claro que no se dejaría intimidar, chupó y le devolvió una hermosa nube, dedicada y de su autoría. Las cosas en su lugar. Y el humo también. Un ruido de sillas le indicó que tal vez a los de la mesa de al lado no les agradaran sus nubes. Pues una lástima, y a joderse. Chupó y largó. Chupó, retuvo y volvió a la carga. Algo que no sabía ella. Nunca se le había dado bien el retener nada. El humo de él la rodeaba y se revolvió incómoda en su silla. Estuvo a punto de levantarse pero no. Nunca le daría ese gusto. Inhaló, con clase, con toda la clase de la que él tanto carecía, y exhaló. El humo salió con fuerza, por su boca, por su nariz, incluso juraría que lo sintió en sus ojos. Volvió a inhalar y con horror descubrió que quedaba poco allí, casi nada. El humo ya no era el mismo. Y del otro lado la historia se repetía. El blanco... era gris. Comenzaba a adivinarlo detrás de la nube y la sola idea de ver su cara otra vez, le dio náuseas. Tenía que hacer algo, y tenía que hacerlo pronto. Busco rápido en el paquete y se lo llevó con destreza a la boca, aunque el apuro casi lo hace caer de sus rojos y furiosos labios. “Fuego, mi amor”, dijo ella. “Fuego, mi vida”, respondió él. Luz en sus manos. Y fuego en su boca. Los pulmones que se abrasan. Y el humo blanco que vuelve, salvador, envolvente. Ese humo tan espantosamente agradable.

EL CUERPO

El cuerpo



Todo empezó una noche, así, como ésta. Mis mejores amigos estaban en casa y jugábamos un inolvidable partido de truco. 29 a 28. El gordo Cavalli cargado como un acoplado, se le veía en la cara. Pero nada de señas, no en la última mano, eso no es de machos. Disfrutaba la situación. Afuera, el viento helado golpeaba las ventanas. Y aquí, los cuatro gozábamos como condenados nuestra sabrosa partida al calor de una oxidada estufa eléctrica. Amistad, un par de coca colas y truco, ¿qué más pedir? De a una, con la sabia paciencia de un veterano observé mis cartas. Nada en la primera. Nada en la segunda. Y por atrás, como distraído, se asomó él. El macho, el ancho. El matador as de espadas. De pronto, un ruido en la calle. Luka y Polka que distraen su mirada. Cavalli decide que prefiere no ser tan macho. Pasa la seña. Es robo. La boca se le hace a un lado, a los dos lados. ¡Los siete bravos!! No podemos perder. Me apuro a pasar mi seña a Cavalli, imposible resistirme a ese placer. Pero Cavalli se levanta y corre hacia la ventana. ¡¿Cómo puede, cómo?! “¡Gordo pelotudo, vení a la mesa que te recago a trompadas!”, le grito con poca dulzura. No entiendo, están los tres como idiotizados mirando por la ventana. Luka me hace un gesto para que apague la música. Con rabia paro el cassette de los Cadillacs. ¿A estos boludos qué les pasa? A medida que me acerco a la ventana presiento algo terrible. Afuera no se oye nada. Como si el mundo se hubiera paralizado. Y la mirada embobada de mis amigos. Aparto a Polka de un empujón y entonces entiendo. ¿Cómo puede estar pasando esto? Ya nada volverá a ser igual. Al menos no para nuestras impúberes vidas. Allí en la calle no hay una nevada radiactiva y mortal. No. Ni nada parecido. Es un cuerpo. Un cuerpo, sí. Pero no cualquier cuerpo. Un cuerpo de mujer. Desnudo. Un cuerpo de mujer, desnudo. Y vaya a saber por qué voltereta del destino, descansa en mi jardín.

Corrimos los cuatro hacia la puerta a la velocidad de la luz. Casi sin darnos cuenta, ya estábamos allí, frente a ella. ¿Dormiría? No parecía respirar, me asaltó una idea que me hizo temblar más que el viento gélido del jardín. ¿Y si, y si...?
—Está muerta, está muerta —gritó Polka.
—Cerrá el culo, polaco pelotudo. ¿Querés que venga todo el barrio? —dijo Luka tapándole la boca—. Además respira, mirá, mirá cómo se le mueven las tetas.
¡Era verdad! Se movían esas enormes tetas, y cómo se movían. Nunca habíamos visto algo así. Sólo en las películas pornos que contrabandeábamos a escondidas de nuestros padres. Pero esto era otra cosa. Esto era en vivo. Y en directo. Estuvimos los cuatro como idiotizados, mirándole las tetas a ese monumento, perdiendo la noción del tiempo. Hasta que el gordo Cavalli reaccionó.
—Che, ¿y si la metemos adentro?
Los cuatro nos miramos. El miedo y el deseo combatían con furia.
—Mis viejos pueden venir en cualquier momento— atiné a objetar. Tenía que oponerme, al fin de cuentas se estaba hablando de meter a una mujer desnuda y desconocida en mi casa. Mis amigos bajaron sus miradas con desilusión, ¿qué rebatir ante tremendo argumento? No, era peligroso, casi suicida hacer una cosa así, si ellos se llegaban a enterar... La miré una vez más, allí, arrojada en el suelo, ¿dónde estarían sus ropas? Qué cuerpo, ¿cómo podía ser tan perfecta? Qué tetas, ¡qué tetas! —. Pero tal vez, digo, un ratito, no podemos dejarla así, se va a morir de frío, ¿no?
—No podemos —dijeron los tres al unísono y se abalanzaron sobre ella. Tenía que hacer algo, urgente. Entre los cuatro fue más fácil levantarla y meterla en la casa.
Ahora sí. Los cuatro solos. O mejor, los cinco. El club de los cinco. Cuatro idiotas y una diosa del olimpo. Su cuerpo desnudo descansaba en el sillón del comedor. Seguía sin dar mayores señales de vida. Sino fuera por el excitante e irresistible vaivén de sus tetas ni duda cabría de estar frente a un cadáver.
—Tenemos que hacer algo —dijo Luka.
—Sí, es verdad, pero primero yo —dijo Polka y avanzó hacia el sillón.
—Qué hacés, nene. Pará, mirá si se despierta —intervine yo
—No pasa nada, la quiero tocar nada más, un poquito.
Polka se paró frente a ella. Extendió su mano. Los dedos rozaron su pezón y nada. El cuerpo seguía sin responder.
—Está helada —dijo pasándose la lengua por los labios.
No sé si fue por compasión o qué, pero Polka se apresuró a abrigar los senos de nuestra amiga con sus manos calientes. Y no sólo eso, le ofreció un abundante masaje por el mismo precio.
—El polaco tiene razón, está más fría que el café con leche que hace tu vieja, boludo —dijo Cavalli mientras sus manos ya subían por las piernas de la desconocida.
—Mirá gordo chancho —dije, tratando de parecer enfurecido, en el fondo yo sabía que entre las muchas virtudes de mi madre no se contaba su habilidad en la cocina —ya te avisé que no te metas con mi vieja. Además, además... —el gordo hijo de puta le estaba tocando la, tocando la...— ... Deberíamos llamar a la policía.
Los tres se pararon en seco. Y cuando digo tres, digo bien. Luka también había brindado sus manos a la causa. Y como siempre, con esos ojos negros y confiados, me miró con indiferencia y me dijo:
—No seas pelotudo y vení vos también. Lugar hay.
Pensé en mandarlo a la mierda. Siempre dando órdenes. Luka, ¡andate bien a la mierda! Lo pensé y juro que lo seguía pensando mientras mi cuerpo y mis manos se unían al festín.
En poco tiempo, sacamos cualquier vestigio de frío de su cuerpo. Es más, con mi inexperiencia no podía estar seguro, pero su respiración entrecortada, su boca humedecida, y sus gemidos, esos gemidos largos y profundos, hacían creer que muy mal no lo estaba pasando. Nosotros nos íbamos turnando, compartíamos la presa cual fieras civilizadas. ¿Y atrás? ¿Estaría tan bien como de adelante? Creo que los cuatro nos hicimos la pregunta al mismo tiempo porque nuestras manos se unieron sin previo acuerdo. Estábamos a punto de girarla cuando golpearon a la puerta.
—¡Abran, carajo! Policía.
No saben lo que pagaría por volver a ver nuestras caras en ese momento. Con las manos en la masa. Jah. Si alguien me hubiera hecho este chiste en ese momento se hubiera quedado sin dientes. Los golpes se repitieron con más fuerza.
—¡Abran, mierda!
Nos miramos aterrados. La policía. Y estábamos los cuatro tocando... Tocando... Y ella desnuda. Tuve ganas de llorar.
—¡Yo no fui! —gritó Polka. Y corrió hacia la puerta.
De forma nada accidental, se encontró con el pie de Luka en el camino.
—¡Pará pelotudo!
Polka se fue de boca al suelo.
—¡Qué mierda pasa ahí! ¡Abran dije!
Los golpes se repitieron con tanta fuerza que la puerta pareció venirse abajo. No había tiempo para nada. El gordo Cavalli fue el único que atinó a algo, tiró el mantel de la mesa encima de la muchacha. Y Luka… Nunca vi a Luka así. El pánico le impedía pensar. Justo a él, el de las ideas brillantes. Polka lo miró como pidiendo permiso.
—Abrí, polaco. Abrí —dijo con los ojos al borde del llanto.
¿Secuestro, violación, vandalismo juvenil? Eramos culpables, de todo. Así nos sentíamos. Y así fuimos los cuatro hacia la puerta. A entregarnos.
Polka abrió sólo un poco y los demás nos asomamos. Era un intento desesperado, tal vez, sino miraban para adentro, si nos creían...
—Bueno, bueno. Pero si son los tres chiflados. Ah, no, los cuatro —dijo uno de los dos hombres que esperaban afuera. Si eran policías nunca lo sabré. Pero de uniformes y placas nada. —¿Podemos pasar?
—Nosotros no, nosotros no fuimos, no hicimos... —por fortuna, Polka estaba tan cagado que ni siquiera podía hablar.
—¿Tienen una orden? —Luka había vuelto justo a tiempo— No pueden infligir nuestros derechos...
Los intentos de Luka no llegaron a mucho. El otro hombre, más bajo y bastante mayor que el que hablara antes, le hizo un violento ademán para que se calle.
-Vos viste demasiadas películas, pendejo. ¿Pero sabés que sí? Tengo una orden, nene: ¡Abrí esa puerta ahora mismo!
Retrocedimos. No teníamos valor para mirar hacia atrás. Nos quedamos los cuatro paralizados, con la vista en la calle, y en un futuro negro y demasiado cercano.
Los dos hombres rieron.
—¡Ah, pero mirá lo que tenemos acá!
Nos apartaron con un empujón y entraron. Ninguno se atrevía a girar. De espaldas al destino. Lindo título para una novela. La que escribiría en los largos años que me esperaban en la cárcel.
—¿Me pueden explicar esto, pendejos?
—Yo no quería, comisario. A mí me obligaron, yo en realidad me estaba yendo, comisario. Mi mamá... —las patéticas excusas de Polka se vieron interrumpidas. Yo estaba en plena dusyuntiva entre si me pillaba o me cagaba encima. Y Luka y Favalli no atinaban ya ni a pegarle un bife al polaco. Pero fue entonces cuando el alto habló de nuevo. Nunca una puteada me trajo tanta alegría.
—¡Y quién te dijo a vos que yo soy comisario! ¡Pero qué hacen los cuatro dados vuelta! ¡Vengan para acá ahora mismo y explíquenme que mierda hacían a esta hora jugando a las cartas!
Giramos, incrédulos.
—¿Creían que tirando las cartas por todo el comedor no nos íbamos a dar cuenta? ¿Se piensan que somos boludos?
Las cartas desparramadas, los vasos volcados, todo estaba hecho un desastre. Y el mantel, allí, donde lo dejara Favalli, en el sillón. Nos miramos, y aun asustados, no pudimos evitar una sonrisa nerviosa. El cuerpo no estaba.
—Ah, les causa gracia. El juego clandestino es un delito, pendejos. A ver cómo se ríen en la cárcel. Los quiero ver...
El tipo hablaba y sus palabras se me hacían cada vez más lejanas. Salvados. No me preocupaba cómo ni por qué. Se había ido, esfumado, desaparecido. Y con eso nos había salvado. Sí, ¿qué podía importarme ahora lo que hablara ese policía que ni siquiera tenía uniforme?
- ...Digan que en verdad sólo queremos saber una cosa. Eso y nos vamos. ¿Dónde está la mina?
Yo y mi maldita lengua.
—¿Qué… qué mina?. ¿De qué mina habla? —de nuevo Luka al rescate. Enfrentó al tipo con su mejor cara de falta envido, cuando sabía que ni sumaba.
Estábamos los cuatro en un carrusel. Viajando del éxtasis al vacío. De ida y vuelta, y sin escalas.
El hombre más bajo volvió a entrar en acción. Hasta allí se había quedado a un costado, observando todo como un espectador más. Caminó hasta pararse frente a Luka, que a pesar de sus 14 años, le sacaba casi una cabeza de estatura. Quizá fue eso lo que lo impulsó a sentarlo de un empujón en el sillón que tenía detrás de él. Y entonces sí. De arriba hacia abajo. Lo miró.
No sé cuanto tiempo estuvieron así. Afirmaría que fue un minuto tanto como diez años. Tampoco sé cuanto más hubiera resistido Luka sin tirar las cartas.
Entró otro hombre. Llevaba una escopeta corta y parecía agitado.
—Dicen que la vieron por la avenida. Vamos, rápido —dijo y salió corriendo tan rápido como había entrado.
Los dos, el alto y el bajito, corrieron detrás de ellos. De golpe, parecían olvidarse de nuestra existencia. Pero al llegar a la puerta, el petiso giró y nos miró por última vez.
—Un día de estos vuelvo y terminamos el partido, pendejo.
Sólo eso dijo. Y se fue.
Creo que fue la única vez en mi vida que vi llorar a Luka. Esa, y cuando se le murió Belcha, su perra. Lloraba y se reía al mismo tiempo. Buscaba algo por el suelo, mientras los demás intentábamos calmarlo. Hasta que encontró la carta que buscaba debajo del mantel y sonrió. Todavía lloraba cuando, previa escala por su lengua, pegó el as de espadas en su frente.
—¡Quiero retruco hijo de puta! ¡Quiero retruco! —gritó. Y los tres lo cubrimos con un abrazo.


Nunca supimos que fue de ella. Desapareció, tan misteriosa como había llegado. Nosotros juramos no volver a hablar del tema. Y así fue. Pero a veces, y aun pasados los años, me sorprendo en esa ventana. La misma cara de idiota, la misma mirada perdida. Y su cuerpo, perfecto, desnudo, durmiendo en mi jardín.

CASI LA FELICIDAD

Casi la felicidad


No queda paciencia
para mirar
lo invisible es claro
y lo imposible
deviene en poder

Kms
para encontrarse
y aquí estamos
enredados
los pies son manos
hurgando hacia atrás

Adónde vamos
si el fin no termina
ni determina
quién precede
a quién

Casi la felicidad

La inmortalidad
de morirse
La agonía
de nacer

ANDATE

Andate


No quería que te quedes. Pero menos que te vayas. No se entiende, ¿no? Sin embargo es muy claro. No quería que te vayas. Pero menos que te quedes. ¿Cómo? ¿Qué era al revés? ¡No! Si es lo mismo. Irse, quedarse. ¿Cuál es la diferencia? Dicen que irse es morir un poco. ¿Y quedarse?, ¿no es la agonía acaso? Además, tantos ya se fueron. ¿Y murió alguien por eso? No, morirte no te soluciona nada. Claro, vivir tampoco. ¿Y entonces? Entonces nada. Yo que sé. Yo, que sé, te pido que te quedes. ¡Aunque si te vas mucho mejor, eh! No, quedate, compartí tu mortalidad innata conmigo. Tus últimos días, porque sí, aunque sean muchos siempre serán los últimos. Ah, te vas, ahora te vas. Pero andate. Ya mismo. Ey, no, ¿a dónde vas? Me dejás. Todas son iguales. ¿No te dije que no quiero que te vayas? Ah, viste, ¿viste? ¡Pero que hacés! Acá no te quedás. Sos indecisa, eh. Me desgarran tus dudas. Decidite, ¿te vas o te quedás? ¿Te suena? Sí, te entiendo, claro que es duro. Aunque nadie dijo que sería fácil. Ni irse, ni quedarse. Si te quedás, te ofrezco un poco más de vida, entre tanta muerte. Te ofrezco tanta como te entre. ¡Jah! Ah, ¿no te causa gracia? ¡Tomatelas! De una vez, o de dos o tres. Corré, volá, y no mires atrás. Bailando en la oscuridad de la duda nunca te vas a encontrar. Aquí o allá. Mujer de cualquier parte… de una vez. ¡Y no vuelvas! Nadie se morirá con tu partida. Si todos se han muerto ya. De risa. Cuando caigas será tan profundo que repetirás un eco infinito. Ensordecedor. A palabras sordas, oídos necios. O algo así. ¿Pero qué hacés acá todavía? Andate por Dios. Y por la Virgen. No te ofendas, eh. No es que quiera que te vayas. Al contrario, y a la inversa. Quedate en el bello ocaso, en la agonía del crepúsculo. Compartiendo la angustia de los no vivos. Hay gusanos para todos. ¿Te decidiste? Bien, estamos tan felices como nos lo permite nuestra tristeza. Ya te lo dije al comienzo del fin, si no quiero que te quedes, aun menos que te vayas. Pero si te vas, cerrá la puerta, hacé el favor. La corriente me mata.

CAMPO DE BATALLA

CAMPO DE BATALLA

Entre marzo y junio de 2008 la Argentina vivió otra de sus grandes crisis. Una medida del gobierno provocó la ira de los principales líderes del agro y comenzó una contienda que se extendió por más de 100 días. He aquí un repaso de los hechos principales de esta disputa. Con la ¿ventaja? de haberla escrito desde las mismísimas trincheras.


Primer round

Quizá hubo ayuda divina de Manuel Belgrano. O quizá fue simple casualidad, pero el destino marcó que fuera en vísperas del Día de la Bandera, que el gobierno y el campo comenzaran a ponerse de acuerdo. Cerca de 100 días duró la batalla, que se originó cuando el por entonces ministro de economía Martín Lousteau (quien sería el primero en caer en este salvaje combate) anunció el plan de retenciones a la producción de soja, girasol y otros cultivos. Según explicó el gobierno, la medida apuntaba a evitar que todos los agricultores se dedicaran casi exclusivamente a sembrar soja. El cultivo de moda tuvo un incremento del precio superior al 60 % en muy pocos meses, y si la renta excedente se adjudicara en forma desproporcionada al sector agrícola vinculado a la soja, se dejarían de sembrar otros cultivos con menor rentabilidad y se elevarían los precios de los arrendamientos en forma artificial. Las retenciones son un mecanismo de regulación universal que sirve para tener una producción agraria equilibrada y que permite una distribución del ingreso más justa, la gran deuda pendiente que hoy tiene la Argentina. La explicación por parte del gobierno no fue tan clara en un primer momento, y la reacción por parte de las federaciones rurales no se hizo esperar. Al día siguiente de anunciado el plan, llamaron a un paro agrario esgrimiendo que las medidas sólo buscaban confiscar la producción agropecuaria y agredir a los pueblos del interior.


Boca-River

Se establecieron dos posturas antagónicas, por un lado el gobierno acusando al sector agrario de ser poco solidario y por otro, los representantes del campo acusando al gobierno de intentar quedarse con la mitad de su trabajo sin darles nada a cambio. Aparecieron signos de una polarización social y política que no suele llevar a ningún sitio: “morenos” contra “blanquitos”, unitarios vs. federales, el poder central contrapuesto al interior del país. Los días se sucedieron y las posturas no sólo no se acercaron, sino que se fueron alejando cada vez más. Y las consecuencias no se hicieron esperar, el paro agrario provocó interminables cortes de rutas, piquetes y bloqueos, que trajeron desabastecimientos de todo tipo: harinas, leche y sus derivados, combustibles, etc, etc. ¿Cómo explicar las góndolas vacías de los supermercados mientras cientos de camiones dejaban caer millones de litros de leche al suelo? La torpeza por parte del gobierno no estuvo sólo en el hecho de no explicar bien desde un principio las razones principales de las retenciones, tampoco pareció prever que toda acción, conlleva una reacción. Y más adelante, en plena contienda, no acertó en el tono ni en el discurso en pos de lograr un acuerdo.




Miedos de Comunicación

Por parte de las organizaciones rurales tampoco hubo afán conciliador. Muy por el contrario, el discurso y las acciones se fueron tornando más y más beligerantes. Con un evidente apoyo de los principales medios de comunicación, se intentó vender (y con sumo éxito) un clima de caos aun mayor al ya existente. Ante una protesta espontánea en Buenos Aires y algunas ciudades importantes del interior, haciendo sonar bocinas y cacerolas, narraba Canal 13 un regreso a los cacerolazos de 2001 que terminaron con el gobierno de De la Rúa. En cambio, haciendo sencillo uso del control remoto, y ante las mismas imágenes, informaba América TV un simple reclamo por el diálogo. Más que nunca se pudo apreciar el poder de los medios de comunicación, y la facultad, cada vez más repetida, de la manipulación de la opinión pública. Los productores agropecuarios pasaron a ser lisa y llanamente “EL CAMPO”. Un lock out patronal (medida que no incluye a los empleados y asalariados) se convirtió en un “PARO”. La detención de algunos dirigentes por no liberar las rutas sin que la gendarmería apelara a la violencia igual fue denominada “REPRESIÓN”. La importancia de la palabra, siempre, por encima de todas las cosas. Repasar las tapas de diarios como Clarín o la Nación a lo largo del conflicto puede ser algo tan divertido como ilustrativo sobre el mismo tema. Aunque no resulta tan divertido saber que en el pasado, y ante escenarios similares, Argentina soportó numerosos levantamientos militares. Por fortuna, la democracia, con sus 25 años ininterrumpidos (hecho inaudito en la historia del país) demuestra haber alcanzado la madurez necesaria para no repetir viejos pecados.


De D´Elías y De Angelis

También pareció avistar el fantasma de algún golpe el dirigente piquetero kirchnerista Luis D'Elía, quien acusó al ex presidente Eduardo Duhalde de ser: "jefe de una conspiración contra el gobierno de Cristina Kirchner y de organizar un golpe de Estado económico con apoyo de un sector de la prensa y de parte del aparato justicialista”, según sus propias palabras. Además, D'Elía advirtió que "la guerra es abierta y total contra el Gobierno”, y aseguró que el objetivo es "desestabilizar la democracia y generar las condiciones para la destitución de Cristina Kirchner”. La reacción de Duhalde (quien también fue acusado en varias oportunidades de serrucharle el piso a la breve presidencia de De la Rúa) no se hizo esperar. Su vocero, Luis Verdi difundió un comunicado donde advirtió que el ex presidente "no responderá" a las acusaciones porque "sólo serviría a los fines de quienes pretenden generar una escalada de violencia". Lo curioso del caso es que para decir que no respondería a las acusaciones el texto se extendía por dos carillas más.
Otro protagonista casi exclusivo en estos días de lucha fue Alfredo De Angeli, líder de la Federación Agraria. Fue cara visible en cada corte de ruta, y las imágenes de su detención cuando se opuso al levantamiento de un corte, lo llevaron casi a la estatura de héroe popular. Al ser trasladado, una multitud compuesta por más de 2.500 manifestantes rodeó la camioneta que lo llevaba y terminó provocando su pronta liberación, ante el temor de que se ocasionaran más disturbios. La alianza de De Angeli, un ex militante del Partido Comunista Revolucionario, con la Sociedad Rural Argentina (SRA) y las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), dos organizaciones de tradicionales sectores terratenientes (que no dejaron de apoyar a cuanta dictadura militar se erigió en el país), demuestra bastante incongruencia y vuelve a resaltar los fallos de comunicación en un gobierno que consiguió que, en contra suyo, se juntaran el agua y el aceite (de oliva, porque el de girasol y el de soja seguían retenidos en las rutas).



¡A las trincheras!

No tuvo paz la primera presidenta electa de los argentinos. No terminaba de acomodarse la faja cuando ya desde el campo le llovían espinas, helechos y ligustrinas. Sus discursos en respuesta a la protesta agropecuaria dejaron muchas frases para el recuerdo. Ya en su primera intervención generó una gran polémica cuando definió los cortes de ruta como un “piquete de la abundancia”. Días más tarde, jugaba irónicamente con unos versos del gran Atahualpa Yupanqui para bombardear sobre los líderes del agro: “las vacas son para ellos, y las penitas para los demás”. Luego, y quizá buscando emparentarse con su amada Evita, preguntaba: "¿Queremos volver a un país de unos poquitos o queremos un país más justo?". Las respuestas desde la otra trinchera llegaron como balas de cañón: “"Ni nosotros somos la Unión Democrática, ni ustedes Perón y Evita", gatilló el presidente de CRA, Mario Llambías (en clara referencia a los Kirchner). "Los Kirchner son un obstáculo", disparó el presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi apostando a una munición mucho más gruesa, que posteriormente casi le salió por la culata, al esgrimir un soberbio: "Demostramos que podemos desabastecer". Buzzi, que con sus dichos comenzaba a parecerse demasiado a su tocayo de la doble S, pidió perdón para no terminar en el paredón. Pero otras voces bañadas en pólvora se levantaron buscando justicia: "No nos van a poner de rodillas", dijo Juan Schiaretti, actual gobernador de la provincia de Córdoba mientras levantaba su bayoneta. "No voy a ser parte de un partido stalinista", agregó José de la Sota, ex gobernador de la misma provincia, y mandó a recoger todas las hoces y martillos que pululaban por sus campos. "Lo más grave de Kirchner fue haber elegido a su esposa", se quejó Eduardo “No respondo a las acusaciones” Duhalde. Podrá algún desprevenido, o algún extranjero, o mejor, algún desprevenido extranjero, desconocer que tanto Schiaretti, como De la Sota, Duhalde, y los Kirchner son miembros de un mismo partido. “Si entre hermanos se pelean…” gritó indignado el gaucho Martín Fierro sin saber si sumarse al piquete, comerse la soja, o huir a las tolderías. Pero para devorar, Lilita Carrió, que dejando de lado (o no) su ferviente misticismo religioso, decidió no sólo no poner la otra mejilla, sino más bien buscar la yugular al afirmar: "Kirchner quiere sangre". Los Kirchner, de pingüinos a vampiros en un viaje sin escalas, oscuro y oscurantista. Pero en defensa del matrimonio presidencial, llegó el vengador nada anónimo Luis D´Elía, quien apeló a un discurso más lisérgico que montonero: "¡Odio a la puta oligarquía, odio a los blancos, odio tu plata, odio tu historia, odio a la gente como vos que defiende un país injusto..!". Agregar algo ante tanta poesía podría ser casi una herejía.


Madura el lock out

Presión mediática, descontento popular, desabastecimiento. Cristina, que no tenía intenciones de dar su brazo a torcer, entendió que, sino quería un país en pie de guerra, al menos podía torcer un dedo. Y le subió el pulgar a lo que reclamaban las federaciones rurales: enviar al Parlamento la Resolución 125 (retenciones móviles) como condición para levantar las medidas y sentarse a dialogar. Tal vez fue por la inercia de la batalla, pero aun cuando el gobierno terminó accediendo a su pedido, el paro se extendió por 48 horas más. El descontento popular comenzó a sentirlo más el agro que Cristina, y la presión mediática (que siempre cae parada) la empezó a sufrir el campo. Finalmente, un patriótico 20 de junio terminaron con la medida de fuerza y reanudaron el diálogo. Si bien se estima que en un par de semanas estará normalizada la actividad del país, no se puede ser del todo optimista. Muchos sienten todavía el férreo e irresistible llamado de las armas. Muchos como el señor Buryaile, vicepresidente de CRA, que sacando el seguro a su granada pronunció un discurso demasiado “procesado”: “si no anulan las retenciones móviles habría que disolver el Parlamento”. Mal que le pese a algunos, de momento es la democracia quien sale vencedora. La contienda se librará en el Congreso y será votada por quienes fueron elegidos por el pueblo. Pero… ¿Qué pasará si el proyecto es aprobado por diputados y senadores? ¿Acatarán la medida las organizaciones del agro y depondrán las armas? Y si, por el contrario, son rechazadas las retenciones, ¿se quedará el gobierno de brazos cruzados sin volver a la carga? Teniendo en cuenta los antecedentes, podría terminar todo en una nueva Gran Guerra. Y entonces no quedará otra que rezarle a San Martín para que sea él quien nos salve esta vez. Héroes eran los de antes.




Mariano Gómez Carchak

Colaboración: Rubén Gómez
Bs As, 24 de junio de 2008

GENES ASESINOS

Conexión Porteña –Artículo 48

Genes asesinos


El gen argentino. Así se llamaba un programa de tv que hasta hace no mucho veía aire por Telefé. Si le creemos, no al programa, pero al menos al título del mismo, habrá que pensar que sí, que efectivamente existe un gen que nos identifica a aquellos que nacemos en esta parte del mundo. ¿De qué está compuesto? ¿Qué lo nutre? ¿De dónde viene el gen argentino? Y más importante aún: ¿hacia dónde nos lleva? ¿Será el gen argentino un viaje de ida? Si nos guiamos por la forma que se conduce y que se ha conducido este país, habría que aceptar que el nuestro es un gen, sino suicida, con una alta dosis de auto-destrucción. Y ya que nombramos la palabra auto y estamos hablando de conducir, me atrevería a arriesgar que el gen argentino se consiguió juntando el ADN de Jack el Destripador y el de Pierre Nodoyuna. Ni siquiera hace falta saber manejar para comprobarlo. Sólo limitarse a intentar cruzar una calle cualquiera. Como prueba viviente, más bien sobreviviente, de ello, se encuentran mi mujer y mis hijos. Cada vez que se les ocurre la loca idea de salir a la calle, aunque sea para comprar un poco de pan, se ven inmersos en una película de acción que poco tiene que envidiarle a la saga de Indiana Jones. Y es que no alcanza con cruzar por la esquina, ni con seguir las rayas blancas con la obsesión de un neurótico compulsivo. Ni siquiera con esperar a que el hombrecito del semáforo se ponga más verde que el increíble Hulk. Al dar dos pasos sobre el asfalto, decenas de bólidos infernales giran y se arrojan sobre todo impávido transeúnte que tenga la osadía de desafiarlos. Al fin y al cabo es una cuestión de pedales. ¿Qué impulsa a los conductores a apretar el acelerador en vez del freno? Pareciera que frenar es sinónimo de idiotez, de lentitud, de impericia. Y ni siquiera un cochecito de bebé o una mujer con un niño en brazos impiden que estos tipos “audaces” se tiren de cabeza sobre el acelerador. Hay que conducir rápido, hay que vivir rápido. Y claro, hay que matar rápido también. Uno podría abogar por un poco de lógica, por algo de razocinio. Pero entonces recuerdo las palabras de uno de estos intrépidos descerebrados al frenar como una bestia a apenas un par de centímetros de mi familia. Ante las quejas de mi mujer, que acababa de ver pasar su vida a 270 kms por hora, el amo y señor de las calles le espetó: “¿De qué te quejás sino te pisé? ¡La concha de tu madre!”. De haber estado allí, los genes argentinos que corren por mis venas probablemente me hubieran poseído y hoy estaría escribiendo estas líneas desde la cárcel de Devoto. Nace, se impulsa, se impone una reflexión. ¿Todo está en los genes? ¿Estamos predestinados a ser así, a perdernos en la autopista del infierno? Ruego que así no sea, que algún día encontremos el antídoto que nos cure de tanta velocidad idiota. ¡Paren los genes que me quiero bajar!

EL SEPTIMO ARTE Y LOS 7 PECADOS CAPITALES

EL SEPTIMO ARTE Y LOS 7 PECADOS CAPITALES

CUANDO EL CINE ES PECADO

Con Pecado Concebido

Gula, Avaricia, Lujuria, Ira, Soberbia, Pereza y Envidia. Tan antiguos como la misma humanidad, los 7 Pecados Capitales nos han acompañado desde el comienzo de los tiempos. Se podrá discutir si fue la Gula o la Lujuria lo que impulsó a Eva a morder la manzana prohibida, pero el orden de los pecados no altera el producto. La Ira de Dios no se hizo esperar (no iba a ser justo Él quien se privara de utilizar los 7 Pecados) y Adán y la propia Eva fueron despedidos del Paraíso con una Soberbia patada en sus partes más íntimas. Así nacimos, y así seguimos naciendo. Hijos del pecado. El arte no podía quedarse al margen de temas tan pertinentes. Se ocupó de ello largo y tendido Dante Alighieri en su “Divina Comedia”. Incluso El Bosco nos dejó su particular interpretación de los 7 Pecados Capitales en una de sus pinturas más reconocidas. Pero si hay un arte que no ha dejado de pecar con el tema, ese es el cine. Las razones pueden ser muchas. Quizá simplemente se deba a que hablan de lo prohibido. Quizá porque allí, en los famosos 7, anidan todos los deseos, miedos y miserias del ser humano. O tal vez sólo sea culpa de una cuestión de numerología. El cine, como 7º arte, estaba destinado a unirse en “sagrada comunión” con los 7 Pecados Capitales. Matrimonio magnífico y fructífero que nos ha dejado infinidad de obras maestras. Películas que en la mayoría de los casos no se ocupan de un solo Pecado Capital sino de varios. Claro, porque si es cuestión de pecar, ¿para qué vamos a andar eligiendo, no? El ejemplo más evidente de película pluripecadora es la genial “Se7en. Pecados Capitales” de David Fincher (El Club de la Pelea, La Habitación del pánico). En este filme de culto del año 1995, Brad Pitt y Morgan Freeman son dos detectives pasados por agua que deben atrapar a un asesino en serie que tiene a los Pecados Capitales como leit motiv de su existencia. Pero es menester en este informe seleccionar aquellas películas que, a nuestro soberbio entender, se han ocupado de algún Pecado Capital como ninguna otra lo hizo. Películas que lleven ese pecado como fuerza motriz de su narración. Como guía espiritual en cada uno de sus fotogramas. Tal vez más de un lector se sienta preso de una Ira feroz al ver las películas que han quedado afuera de nuestra lista. Si así fuera, pedimos perdonen nuestros pecados. Y es que somos pecadores, lo llevamos en los genes, en el celuloide que corre por nuestras venas, en la manzana de Eva y la patada de Dios. De Dios, que creó al mundo en 6 días y el séptimo descansó. Y otra vez el ¿bendito? siete. Como las vidas de un gato, como los colores del arco iris. Pero no es de colores ni de gatos el menú que se ofrece en esta carta. 7 Pecados, 7 Películas: EL PLATO DEL DÍA.











LISTA DE PECADOS Y PELÍCULAS RECOMENDADAS

LAS 7 PELÍCULAS CAPITALES


GULA (Latín, gula)
PECADO RELLENO

Se identifica como el consumo excesivo de comida y bebida, aunque en el pasado cualquier forma de exceso podía caer bajo la definición de este pecado. Marcado por el consumo excesivo de manera irracional o innecesaria, la gula también incluye ciertas formas de comportamiento destructivo. De esta manera, el abuso de substancias o las borracheras pueden ser vistos como ejemplos de gula.

PELÍCULA RECOMENDADA:

LA GRAN COMILONA (LA GRANDE BOUFFE, 1973) de Marco Ferreri con Marcelo Mastroianni, Philipe Noiret, Michel Piccoli y Ugo Tognazzi.

Fue abucheada por el público en el Festival de Cannes pero poco tiempo después se llevaba el premio de la Crítica Internacional. Esta comedia trágica y cruda (o cocida) cuenta la vida de 4 amigos (los inigualables Mastroianni, Noiret, Piccoli y Tognazzi) que han perdido el gusto de vivir. Y es por ello que deciden dar rienda suelta a sus paladares tomando la decisión de comer hasta morir. Lo que se diría un suicidio gastronómico. Nunca, ni antes ni después, se ha visto tamaña cantidad de gula en una pantalla.

EL DATO
Al recibir el premio F.I.P.R.E.S.C.I., el director Marco Ferreri también se llevó una yapa en forma de “homenaje” culinario: le reventaron una torta de crema en la cara.

Frase Célebre:
Michel (Piccoli), frente a una cabeza de buey: “To be or not to be”.


OTRAS PELIS GLOTONAS:

-ADIÓS A LAS VEGAS (LEAVING LAS VEGAS, 1995) de Mike Figgis con Nicolas Cage y Elizabeth Shue (Ganadora de un Oscar)
Nicolas Cage se toma la vida en esta película. De hecho, se la toma hasta morir. Y para semejante suicidio beodo elige como compañera a la deliciosa Elizabeth Shue. Por su papel de prostituta Elizabeth recibió una nominación al Oscar. No pudo festejar porque ese año el premio se lo llevaría Susan Sarandon. Y Nicolas, aunque sí ganó el Oscar, tampoco pudo brindar. Ya se había chupado todo antes.

-TRAINSPOTTING (1996) de Danny Boyle con Ewan McGregor y Robert Carlyle. (Nominada al OSCAR al mejor Guión)
Comportamiento destructivo, consumo excesivo, abuso de substancias. La definición de Gula podría basarse en esta película de ritmo frenético que marcó un quiebre en el cine de los noventas. Y que impulsó al estrellato a Obi Wan McGregor.

Frase Célebre:
Renton (McGregor) “bajando línea” al comienzo del film: “Choose life. Choose a job. Choose a starter home… But, why would anyone want to do a thing like that?”.











AVARICIA (CODICIA) (Latín, avaritia)
¡MI TESORO!

"Avaricia" es un término que describe muchos otros ejemplos de pecados como deslealtad, traición deliberada, sobornos, etc. También se relaciona a la Avaricia con la Codicia en el sentido de la búsqueda y acumulación de objetos, robo y asalto, especialmente con violencia, engaños o la manipulación de la autoridad.


PELÍCULA RECOMENDADA:

AMBICIONES PROHIBIDAS (THE GRIFTERS, 1990) de Stephen Frears con John Cusack, Anjélica Huston y Annette Bening (Nominada a 4 Oscars, incluyendo mejor dirección)

Película de estafadores y estafados. De robo, violencia y muerte. ¿Hay algo peor que traicionar a tu propia madre? Sólo hacerle lo mismo a un hijo podría ser comparable. Ambas cosas suceden en esta gran película del inglés Stephen Frears, magistral director de las recordadas Relaciones Peligrosas y Alta Fidelidad (donde volvería a convocar a John Cusack) entre muchas otras.

FRASE CÉLEBRE:
Una vecina a Lilly Dillon (Huston), refiriéndose a su hijo Roy (Cusack): “¡Podría ser un gran congresista!”


OTRAS PELIS DE TREPADORES:

-WALL STREET (1987), de Oliver Stone con Michael Douglas y Charlee Sheen.
Después de ocuparse de Vietnam en “Pelotón”, Stone decidió que era buen momento para meterse con otro tipo de jungla, la de cemento. Aquí todo delito es válido con tal de llegar a la cima. Charlee Sheen repite protagónico con Stone pero el Oscar se lo terminó llevando Douglas por su brillante composición del malísimo Gordon Gekko.

Frase Célebre:
Gekko (Douglas) al todavía incorrupto Bud Fox (Sheen): "Greed, for lack of a better word, is good."


-NETWORK (1976) de Sidney Lumet con Faye Dunaway, Peter Finch, William Holden y Robert Duvall (GANADORA DE 4 OSCARS)
“Todo por el ráting” podría haberse titulado esta verdadera obra maestra y no hubiera sido un desatino. Si alguien tiene dudas sobre las cosas que son capaces de hacer los productores de TV por subir la audiencia, no se pierda esta película.
Trivia: Peter Finch falleció luego de filmar la película y se convirtió en el primer actor en ser galardonado con el Oscar al mejor actor principal de forma póstuma.

Frase célebre:
Howard Beale (Finch) gritándole de forma ininterrumpida y desquiciada a la audicencia: "I'm as mad as hell, and I'm not going to take this anymore!"





LUJURIA (Latín, luxuria)
PECADO MORTAL
La lujuria es usualmente considerada, el pecado que incluye pensamientos o deseos obsesivos o excesivos de naturaleza sexual. La lujuria insatisfecha puede llevar a compulsiones sexuales o sociológicas y/o transgresiones incluyendo (pero no limitadas a) adicción al sexo, adulterio y violación.


PELÍCULA RECOMENDADA:

ÚLTIMO TANGO EN PARÍS (ULTIMO TANGO A PARIGI, 1972) de Bernardo Bertolucci con Marlon Brando y María Schneider. (Nominada al OSCAR al mejor Director y al mejor Actor)

El mismo año de su labor monumental en EL PADRINO (que le valió su segundo OSCAR) Brando se metió en la piel de Paul, un americano viudo en París. Su mujer acaba de suicidarse y Paul no encuentra mejor forma de exorcizar su dolor que apropiarse del alma (y sobre todo del cuerpo) de Jeanne, una francesita que se presume inocente. Decir que lo de Brando es Lujuria es decir muy poco, lo menos que hace es arrojarle a la pobre franchuta una rata muerta sobre su cuerpo desnudo. La escena de la manteca es uno de los momentos más “eróticamente famosos” de la historia del cine.

FRASE CÉLEBRE:
Paul (Brando), momentos antes de hincarle el diente a Jeanne (Schneider): “No names here”


OTRAS OBRAS ZARPADAS:

-EL DECAMERÓN (1971) de Pier Paolo Pasolini.
Basado en el célebre libro de Boccaccio del mismo nombre. No es raro que un provocador como Pasolini eligiera como fuente de inspiración un libro que estuvo prohibido por la inquisición. De los 100 cuentos que componen el relato original, Pasolini eligió 10, claro, las 10 historias más eróticas y perversas.

-LOLITA (1962) de Stanley Kubrick con James Manson y Peter Sellers
Lolita y sus anteojos negros en forma de corazoncitos. Lolita y ese chupetín en sus labios. Lolita con su bikini roja descansando al sol. Es lógico, el pobre Manson sucumbe ante Lolita. Pero Lolita es su hijastra, y tiene unos tiernos… ¡14 añitos! El morbo está servido.
La innecesaria remake que dirigió Adrian Lyne en 1997 no merece mayores comentarios.
Trivia: Por primera y única vez, el mismísimo Vladimir Nabokov realizó la adaptación de una novela suya a guión cinematográfico. Y recibió una nominación al Oscar por su labor.



IRA (Latín, ira)
EL FUEGO DE LA VENGANZA
La ira puede ser descrita como un sentimiento descontrolado de odio y enojo. Estos sentimientos se pueden manifestar como una negación vehemente de la verdad, tanto hacia los demás como hacia uno mismo, generando impaciencia con los procedimientos de la ley y el deseo de venganza fuera del trabajo del sistema judicial (llevando a hacer justicia por sus propias manos). Las transgresiones derivadas de la ira están entre las más importantes: homicidio, asalto, discriminación, etc.

PELÍCULA RECOMENDADA:

TAXI DRIVER (1976) de Martin Scorsese con Robert de Niro, Jodie Foster, Harvey Keitel. (NOMINADA A 4 OSCARS, GANADORA DE LA PALMA DE ORO EN CANNES)

Travis Bickle (Robert de Niro en una de sus magistrales colaboraciones con Scorsese) es un ex combatiente de Vietnam que conduce un taxi para ganarse la vida. Pero el mundo no es como a Travis le gustaría que fuera. Las calles de Nueva York están podridas y nadie hace nada. Y sólo quedan él y su Magnum 45 para impartir justicia.

FRASE CÉLEBRE:
Travis (De Niro), a su propia imagen reflejada en el espejo: “You talkin´ to me?”


OTRAS DE ARMAS TOMAR:

-UN DÍA DE FURIA (FALLING DOWN, 1993) de Joel Schumacher con Michael Douglas y Robert Duvall.
¿Quién que no haya estado en un embotellamiento no dijo alguna vez: “¡Ma sí, me voy a la m…!”? Para William Foster (Michael Douglas) del dicho el hecho no hay ningún trecho. Deja el coche en medio de la ruta y comienza un raid furioso con sed de venganza por la ciudad de Los Ángeles. Y… ¡Ay del que ose ponerse en su camino! El lema del bueno de William es algo así como: “Si sentís que el mundo se pone contra vos, agarrá al mundo, y reventalo a patadas”.


-EL VENGADOR ANÓNIMO (DEATH WISH, 1974) de Michael Winner con Charles Bronson.
¿Qué harías si violan a tu hija y asesinan a tu mujer? Si sos Charles Bronson no hay duda alguna, cazás un chumbo y empezás a bajar tipitos como en un video game. Y si no te alcanza una película pa desquitarte, bueno, ahí tenés la 2, la 3, la 4… Insert coin.

Trivia: si miran detenidamente a los freaks que atacan a la feliz familia de Bronson, descubrirán que uno de ellos no es otro que el espigado Jeff Goldblum (La Mosca, Jurassic Park) en su primer bolo cinematográfico.



SOBERBIA / ORGULLO (Latín, superbia)
YO, EL MEJOR DE TODOS
El orgullo es considerado el original y más serio de los Siete Pecados Capitales, y de hecho, es también la principal fuente de la que derivan los otros. Es identificado como el deseo de ser más importante o atractivo que los demás, evitando halagar a los otros.
PELÍCULA RECOMENDADA:

El CIUDADANO (CITIZEN KANE, 1941) de Orson Welles con Orson Welles y Joseph Cotten. (OSCAR AL MEJOR GUIÓN)

Con apenas 25 años, Orson Welles filmó la que es considerada por muchos como la mejor película de la historia del cine. “El Ciudadano” cuenta la vida de Charles Foster Kane, un magnate que acumula tanto poder como enemigos y termina aislado del mundo. “Rosebud” es lo que dice antes de morir. Y el secreto de lo que significa esa palabra se lo lleva con él a la tumba. Ser el mejor en todo, no es necesariamente lo mejor que nos puede pasar.

Frase célebre:
Charles F. Kane (Welles) soltando la bola de su pasado: “Rosebud”

OTRAS PELÍCULAS SOBERBIAS:

-PETRÓLEO SANGRIENTO (THERE WILL BE BLOOD, 2007) de Paul Thomas Anderson con Daniel Day-Lewis y Paul Dano (GANADORA DE 2 OSCARS)
Además de darle un merecidísimo segundo OSCAR al gran Daniel Day-Lewis, Petróleo Sangriento cuenta vida y obra de Daniel Playview (encarnado por su tocayo Day-Lewis). Este magnate del petróleo que se hizo a sí mismo, es incapaz de valorar a nadie, ni siquiera a su propio hijo. Y si te invita a jugar al Bowling… Pensátelo dos veces.

-EL OCASO DE UNA VIDA (SUNSET BOULEVARD, 1959) de Billy Wilder con Gloria Swanson y William Holden. (GANADORA DE 3 OSCARS)
Norma Desmond (una insuperable Gloria Swanson en un papel con tintes autobiográficos) fue una gran estrella de Hollywood en la época del cine mudo. Pero le es imposible aceptar que ya no lo es. Y te convencerá de ello aunque tenga que matarte. Obra maestra de uno de los más grandes de todos los tiempos.
Frase célebre:
Desmond (Swanson) a Joe Gills (William Holden): “¡Yo soy grande! Son las películas las que se han vuelto pequeñas.”

ENVIDIA (Latín, invidia)
¿CELOSO YO?
Como la codicia, la envidia se caracteriza por un deseo insaciable, sin embargo, difieren por dos grandes razones. Por un lado, la codicia está asociada con los bienes materiales, mientras que la envidia puede ser mucho más abarcativa. Y por otra parte, aquellos que cometen el pecado de la envidia desean algo que alguien más tiene, y que ellos creen ser más dignos de poseer.

PELÍCULA RECOMENDADA:

AMADEUS (1984) de Milos Forman con Tom Hulce y F. Murray Abraham (GANADORA DE 8 OSCARS INCLUYENDO MEJOR PELÍCULA)

En este inmenso filme del genial Milos Forman (Atrapado sin salida, Man on the Moon) conocemos la historia de Mozart a través de los ojos de Salieri. Unos ojos cargados de tanta admiración como desprecio. De tanto amor como odio. Amadeus es más que la historia de Mozart. Es la historia de uno de los más grandes envidiosos de todos los tiempos. Sino del mayor.

¿PREMIO CONSUELO?
Al menos en la entrega de los OSCARS Salieri (F. Murray Abraham) tuvo su revancha y le birló el premio de actor protagónico nada menos que a Mozart (Tom Hulce)

Frase Célebre:
Amadeus (Hulce) ante el Emperador José II (Jeffrey Jones): “Yo soy vulgar. Pero os aseguro que mi música no lo es”



OTRAS QUE PROVOCAN ENVIDIA:

-“ENVIDIA” (ENVY, 2004) de Barry Levinson con Ben Stiller, Jack Black, Rachel Weisz.
Jack Black se convierte en multimillonario con un invento completamente bizarro: un vaporizador que desintegra la caca de perro. Lo primero que hace con tremenda cantidad de dinero es montar una mansión a todo despilfarro, justo frente a la casa de su amigo de toda la vida. El amigo no es otro que Ben Stiller, que ante el éxito de su vecino ve su vida gris virar hacia un negro desolador. Si lo del vaporizador de popó era bizarro, imaginen a Stiller matando el amado caballo blanco de Black con un arco y una flecha. La envidia todo lo puede.

-MI VIDA ES MI VIDA (WELLCOME TO THE DOLLHOUSE, 1995) de Todd Solondz con Heather Matarazzo.
Película con la que se dio a conocer el mega independiente Solondz (Happiness). A la adolescente que compone de manera brillante Matarazzo nada le sale bien. En el colegio la insultan, la escupen y le tiran de todo. Pero lo peor está en su casa: una hermanita perfecta que su familia ama con entera devoción. Imperdible la escena de Matarazzo sosteniendo un martillo junto a la cama de su hermana dormida.






PEREZA (Latín, acidia)
Yo, no quiero trabajar
La pereza es la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia en cuanto tal. La simple “pereza”, más aún el “ocio”, no parecen constituir una falta. Por ello se utiliza mayormente el concepto de “acidia”. Tomado en sentido propio es una “tristeza de ánimo” que nos aparta de las obligaciones espirituales o divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran. Sentir desgano, aversión y disgusto por las obligaciones, es pecado capital.

PELÍCULA RECOMENDADA:
LA FIACA (1969) de Fernando Ayala con Norman Brisky y Norma Aleandro.
El prolífico realizador argentino Fernando Ayala (Fundador de “Aries Cinematográfica Argentina” junto a su inseparable coequiper Héctor Olivera, y director de películas como “Plata Dulce” y “El Jefe”) dirigió al siempre desopilante Norman Brisky y a una joven Norma Aleandro, en esta comedia sobre un empleado de oficina que un día decide rebelarse contra la rutina y quedarse en la cama para siempre. Para los argentinos, el Séptimo Pecado Capital tendría que llamarse Fiaca. Probablemente, el Pecado Nacional por excelencia.
Frase Célebre:
Néstor (Briski), abroquelado en su cama: “Tengo fiaca”

OTRAS OBRAS PEREZOSAS:
- PERDIDOS EN TOKIO (LOST IN TRASLATION, 2003) de Sofia Coppola con Scarlett Johansson y Bill Murray (OSCAR AL MEJOR GUIÓN)
Tal vez sea una forma muy vulgar de decirlo, pero no por eso deja de ser cierto, Scarlett y Bill se pasan toda la película al pedo. ¿Desidia? A montones. Pero también vacío, soledad, y por supuesto, pereza, mucha pereza. La hija del gran Francis se suma al clan de los OSCARS con esta película remolona por donde se la mire.


-GENERACIÓN X (REALITY BITES, 1994) de Ben Stiller con Winona Ryder, Ethan Hawke y Ben Stiller.
Cuando Stiller todavía no era Stiller y Winona todavía no era una cleptómana, ambos protagonizaron junto a Ethan Hawke esta comedia sobre post adolescentes que no saben que hacer con sus vidas. Si sentir desgano, aversión y disgusto por las obligaciones es pecado capital, entonces que estos muchachos se preparen para pasar una temporadita en el infierno.





Los 7 Pecados del Cinéfilo

Gula: Tenemos la capacidad de tragar una cantidad infinita de películas, ¿o acaso nadie se vio la trilogía del Señor de los Anillos en versión extendida, una detrás de la otra sin repetir y sin soplar?

Avaricia: Queremos tener la mayor colección de películas del mundo. Y no, nada de andar prestándolas, que después te las devuelven todas rayadas.

Envidia: Imposible disfrutar del estreno tan esperado si sabemos que el vecino ya la vio antes… ¡Y para colmo en el Preestreno! .

Lujuria: Deseamos poseer la colección definitiva de Star Wars en DVD, e impedidos financieramente de lograr tal menester, nos arrojamos al asalto y al robo de cualquier merchandising de la saga.

Ira: Queremos asesinar tanto a aquellos que se meten con Woody Allen, como a los infradotados que se creen graciosos cuando nos cuentan el final de una película.

Pereza: Nosotros podríamos hacer películas mil veces mejores que las que se estrenan cada semana. Pero es como decía Fatiga en “Los Muchachos de mi Barrio”: “Laburás, te cansás, ¿qué ganás?”.

Soberbia: Nos creemos que nadie sabe más de cine que nosotros. Algo que, por otra parte, es absolutamente cierto.

EL AÑO QUE VIVIMOS EN PELIGRO

Nostradamus: "In the City of God there will be a great thunder, Two brothers torn apart by Chaos, while the fortress endures, the great leader will succumb. The third big war will begin when the big city is burning" (Nostradamus 1654).

Traduccion: "En la ciudad de Dios habrá un gran trueno. Dos hermanos se destruirán por el caos, mientras la fortaleza dure, el gran líder sucumbirá. "La tercera gran guerra comenzará cuando la gran ciudad esté ardiendo".

12/09/01

El año que vivimos en peligro

Difícil escribir. O al menos hacerlo de buen humor. Imposible. Ayer discurría mi día en absoluta y tranquila ignorancia. Ni imaginaba, ¿acaso alguien sí podía?, la tragedia que estaba aconteciendo en ese preciso instante. Un mensaje en el contestador. Es Emilia, su voz tiembla, balbucea al borde del llanto, de la angustia. "¿Te enteraste lo de Nueva York, lo de las Twin Towers? Se cayeron, se cayeron" . La llamo y me da ocupado. ¿Pero de qué habla esta mujer, cómo que se cayeron las Twin Towers, está loca? Recuerdo que salió conmigo cuatro años y reflexiono. No me suena tan ilógico que haya perdido la razón. Me abalanzo sobre la televisión. Y entonces si lo veo. No, Emilia no está loca, claro que no. Es el mundo el que lo está. ¿Aviones de pasajeros kamikazes arrojándose sobre torres gigantescas, llenas de gente, de vida? ¿Es esto posible? Las Twin Towers derrumbándose, el Pentágono en llamas... Me acuerdo de “La Guerra de los Mundos”, de la parodia de Orson Welles sobre la historia de su tocayo H. G. ¿No será un broma, gigantesca sí, y de claro mal gusto pero broma estúpida al fin?. Si hace no tanto estuve allí sacando fotos. El humo se expande. Las imágenes se repiten en todos los canales. El llanto, la sangre, gente que salta de una muerte a otra. Y la imagen, asesina e inmortal. Tal vez la más trágica e increíble toma que se haya filmado. El avión y su parábola asesina. El estallido. Todo en vivo. En directo. América, el mundo occidental recibiendo un ataque al corazón y transmitiéndolo en vivo. Ni el guionista más aventurado se hubiera atrevido. Andrea llora a mi lado. Son lágrimas de sorpresa, de miedo, de dolor. Pienso en Pearl Harbor, ¿es comparable? Tal vez. Pero estaban en guerra. ¿Y esto no es acaso el comienzo de otra? Es un Bush, nefasto apellido, quien gobierna Estados Unidos en estos días. Más peligroso que mono con navaja. Bush con misiles. Su discurso llega, con retraso pero llega. "Lo pagarán". ¿Quiénes, los musulmanes, cuáles? No es sólo la tragedia del hoy, es el saber, el intuir lo que vendrá. Recuerdo la bomba de la AMIA, en Buenos Aires. Bien, esto son diez, cien AMIAS. Los países del oriente se apuran por desacreditarse, por enviar sus condolencias. Ni Palestina, ni Irán, ni Afganistán. ¿quiénes entonces, quiénes lo pagarán?
Todos. Todo el mundo. Es el comienzo del fin. ¿Suena trágico, verdad? Pero el ver las Torres Gemelas, o más bien, el ya no verlas, la gente corriendo por Broadway llena de sangre, de humo. Imaginar el número de víctimas. ¡Es Nueva York joder! Son los yanquis. ¿Alguien duda la tormenta que se avecina?
Lloverán misiles. Llegan imágenes inoportunas y cizañeras. Son palestinos, en Jerusalén, saltan, festejan. Los niños sonríen. El demonio americano está de rodillas. Claro, hace años que ellos no hacen más que recibir bombardeos, la tragedia propia, esas bombas americanas que llegan día por medio, pero claro, con menos difusión. Ahora no son ellos los que son bombardeados. Los otros, sus "enemigos", lo sufren en carne propia. Festejan como si hubieran ganado la Copa del Mundo. Jerusalén festeja la matanza. Vaya paradoja, la reina de todas. El anticristo se decidió a venir. Y lo hizo en forma de Boeing 747. La imagen se repite, una y otra vez. Y otra más. El impacto, el fuego, el derrumbe. El humo en la manzana. Ni la profecía más delirante. Sólo Nostradamus. Sólo él. Hoy el presente es una herida. Y el futuro duele. Habrá un antes y un después de este día. En la historia. No hay mérito alguno en la certeza. Por el significado, por el lugar, por la cantidad de víctimas, y sobre todo, por las seguras y temidas consecuencias, no es aventurado afirmar que vivimos la peor tragedia de los últimos cincuenta, sesenta años. Habrá investigaciones, análisis, que fue una rama del terrorismo, que fueron los talibanes. Lo cierto es que al menos cuatro aviones de pasajeros fueron tomados por terroristas y obligados a chocar contra objetivos muy claros. ¿Cómo protegerse ante esto? ¿Cómo preverlo? Si ni ellos pudieron, ni siquiera los norteamericanos. ¿Qué les queda a los demás? Es el socialismo que uno nunca hubiera querido. Somos todos iguales en la desgracia. Claro, también hablan las huellas de la historia.
Hiroshima, Nagasaki, Vietnam, Corea, hasta la Guerra del Golfo. Ningunos santos estos yanquis. Ni hablar de su promoción y apoyo sistemático a todos los gobiernos de facto en el resto de América en décadas pasadas. Apoyo con dinero, con tropas, con armas. ¿Cuántas muertes causó su política imperialista? Esto no es justificar lo injustificable. Es revisar un poco la historia reciente del siglo que acaba de irse. ¿Qué habrá sentido alguno de los sobrevivientes de la bomba atómica? ¿Es comparable? ¿Son hermanos ahora de quiénes lograron huir a tiempo de las Torres Gemelas? No creo que haya contradicción. ¿La hay en el dolor? Pero al ver una y otra vez las torres caer, no puedo dejar de pensar en las tragedias que uno acuña en la memoria.
Las antes nombradas, ¿y cuántas más? Demasiadas. El deseo es que este terrible punto de inflexión sirva de algo. Que no sea el comienzo de la venganza sino de la reflexión. Que no haya dos mundos. Ni tres. Sólo uno.
Que no empecemos a ver la sangre recién cuando ésta nos salte en la cara.
Por desgracia toda mi esperanza se desvanece al pensar en Don Bush. No creo que sus pensamientos coincidan con los míos. "Lo pagarán". Si al bombardearles Pearl Harbor no tardaron más que horas en mandar a bombardear Japón, ¿cuánto habrá que esperar para ver los Cazas americanos en acción? Ni siquiera se puede tratar de dilucidar entre el medio vaso lleno y el medio vacío. No cuando el vaso se ha roto. La Bestia está herida. ¿Relamerá sus heridas o descargará su furia ciega buscando revancha? Los días venideros traerán las respuestas. ¿Cuánto deberá pasar para subirse a un avión sin miedo, a un ascensor? Me acuerdo de Lennon, peleaba por un mundo en que gobiernen la paz y el amor. A él lo mataron, fue en Manhattan también. Más de 20 años han pasado. Y hoy, en este 2001 de ciencia ficción, "the dream is over", el odio y el terror han tomado el poder.


Mariano Gómez Carchak
mgomezcarchak@hotmail.com