miércoles, 28 de mayo de 2008

LA CUMBIA DEL ODONTÓLOGO

Que todos nos merecemos segundas oportunidades es una verdad de “Pedrogrullo”. Pero cuando esa frase se aplica a asesinos saliendo de una cárcel, el tema da para plantearse si Pedro tendrá razón. Y si, además, el serial killer del que hablamos se ocupó de aniquilar a su propia familia, bueno, la cosa se complica. El asesino en cuestión no es otro que el archifamoso Doctor Barreda, alias “el odontólogo”. El mismo que por aquella primavera menemista del ´92 escopeteó sin asco a su mujer, su suegra y sus dos hijas. En estos días salió en libertad condicional y se fue a vivir con su nueva novia al barrio de Belgrano. Las 9 balas que utilizó le costaron finalmente 16 años de cárcel. Las cuentas cierran (al menos para él), un poco menos de dos años por cada disparo mortal. Aborrecido por muchos y endiosado por otros tantos, el doctor ha servido de inspiración para numerosos maridos insatisfechos. Para fortuna de sus esposas la inspiración, hasta el momento, no pasó de lucir camisetas con inscripciones alusivas o de irónicas pintadas callejeras. Algunos fueron un poco más allá y armaron una banda homenajeando a su ídolo, el Dental Killer. Y otros le compusieron una cumbia. Sí, “La cumbia del odontólogo”. No es una broma, o sí, una broma del destino. Sus versos encumbiados invitan a bailar: “… pusiste tu sello, y las pasaste a degüello. Agarraste la escopeta, y las hiciste boleta…” O mejor dicho, invitan a balear. Cuenta la leyenda que al odontólogo le hacían la vida imposible, que su mujer y sobre todo su suegra, lo agredían de forma contínua y que eso le hizo perder el control. Otras teorías, algo más sospechosas, aluden a cierto fanatismo del doctor por la búsqueda de la dentadura perfecta. Al parecer, las mujeres con las que compartía vivienda tenían sus dientes tan torcidos como sus destinos. Y el odontólogo juzgó que la única solución para ellas era un tratamiento de conducto que sólo podía emplearse a fondo a base de su escopeta española de calibre 16,5. Hoy los vecinos del barrio de Belgrano se encuentran algo conmocionados. Numerosas pancartas y pasacalles atiborran las veredas del nuevo hogar del torno maníaco. Pero, al contrario de lo que uno podría imaginarse, los mensajes no son de repudio e indignación. Muy por el contrario, se le da la bienvenida con una alegría tan certera como su puntería. Por lo visto, los ciudadanos porteños sí creen en las segundas oportunidades. O prefieren apostar, a que cuando llegue esa nueva oportunidad, no sean ellos los que caigan bajo su furia asesina. Yo, por las dudas le aclaro, señor Barreda, y que conste en actas, que este servidor se lava los dientes 20 veces al día. Cumbia, baby.

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